PREMIO A LA INCOMPETENCIA
El pasado fin de semana se entregaron los Premios Goya, la versión española de los Oscar, en los cuales se premia a los mejores del año en el mundo del cine. En Estados Unidos existen además unos premios opuestos, los denominados popularmente antiOscar o Razzies, cuyo nombre oficial es Golden Raspberry, en los que se premia a las peores películas de la temporada. En definitiva, premian a lo mejor y, en tono de humor, también a lo peor de su gremio. Es una forma de promocionarse y atraer a más público.
Se me ocurre que algo similar podría hacerse entre los empleados públicos. Algo así como funcionario del año, funcionario de honor, funcionario revelación, interino del año, servicio del año, proyecto del año…
Sin embargo, en la Administración no se valora ni se premia la competencia, la profesionalidad, el esfuerzo, el compromiso o la dedicación. Es igual que el empleado público trabaje más o menos o que lo haga mejor o peor, nada de eso va a darle o quitarle puntos cuando participe en un concurso (acceso a un puesto dentro del mismo grupo o subgrupo) o en una promoción interna (acceso a un grupo o subgrupo superior). En estos procesos se valoran cuestiones como la antigüedad, el grado personal consolidado, el complemento de destino (relacionado con el puesto de trabajo que se tenga como destino definitivo), la titulación académica y/o los cursos de formación y perfeccionamiento.
De hecho, aunque parezca mentira, ser trabajador y competente puede pasar factura. Doy fe de ello porque me tocó vivirlo en carne propia cuando era interino. Cuando se está en una situación temporal como esa, vale más tener enchufe o ganarse a quien tiene que decidir sobre tu futuro que ser válido y querer hacer las cosas lo mejor posible. Es triste pero es así.
Así pues no hay incentivos para trabajar lo mejor que se sepa o pueda más allá de la ética personal de cada empleado público, lo cual ayuda a fomentar el tópico del funcionario desmotivado, displicente y entregado a la desidia y la vagancia. Las tareas se pueden hacer de muchas formas, de 5 para cumplir con el expediente o de 10 para nota, y tal y como está montada la Administración no se fomenta el 10 sino el 5. La chapuza y el cumplir con la ley del mínimo esfuerzo en vez de la previsión y la excelencia.
En cuanto a nuestros particulares Razzies, no faltarían candidatos entre políticos y empleados públicos. Podríamos tener premios como más corrupto, más incompetente, más enchufado, más vago o más caradura. Estas prácticas tan nefastas para la Administración no son cortadas de raíz por quien tiene capacidad de legislar al respecto o quien tiene autoridad para poner orden, así que se perpetúan y, en consecuencia, no se desincentivan. Son la minoría pero constituyen un pésimo ejemplo.
En resumen, no se premia la competencia ni se pone freno a la incompetencia. Por eso, si se repartieran premios serían los Razzies antes que los Oscar.