CUIDADO CON LO QUE DESEAS

05.04.2020 12:44

Los personajes y hechos relatados en este artículo son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas o con hechos reales es pura coincidencia.

 

Día 16 de marzo de 2020, conversación en una oficina de una Administración Pública:

 

Javier: Mirad, ¿habéis recibido este correo? Se llama “Teletrabajo” y tiene un documento adjunto. Vamos a ver, lo abro… Dice que, a partir de mañana, no será necesario venir a trabajar de forma presencial, que podemos desempeñar nuestras tareas desde casa. No me lo creo…

 

Carmen: ¿Qué dices? Será una broma, ya conoces a Iván, le encanta dar la nota y tiene mucha imaginación, ni caso… Cuánto tiempo libre tienen algunos.

 

Elvira: Jajaja, este chico se supera a sí mismo, sería genial pero no caerá esa breva.

 

Javier: No os lo perdáis, que aún hay más. Dice que es general, para todo el personal, y por plazo pendiente de determinar, primero estaremos así 15 días y, si funciona, puede ampliarse y hacerse de obligado cumplimiento. Y aparece firmado electrónicamente por el Presidente. Pues si es una broma está muy bien hecha, parece de verdad.

 

Carmen: Ya lo veo, yo también lo he recibido. Voy a llamar a ese graciosillo y cantarle las cuarenta, esto ya pasa de castaño oscuro.

 

Carmen: Hola, ¿sabes que el día de los Inocentes ya pasó? He leído tu correo y no tiene ninguna gracia. Voy a ponerte en mi lista negra de correos basura.

 

Iván: No te pases, te aseguro que yo no he sido y estoy tan sorprendido como tú, lo digo en serio.

 

Un rato después…

 

Carmen: Confirmado, el documento es real, me lo acaban de confirmar los jefes, y dicen que nos vayamos a casa ya.

 

 

Vista esta ficticia conversación, la oferta sería de lo más atractiva: trabajar desde casa, cobrar lo mismo, evitar madrugones y desplazamientos, no coincidir físicamente con jefes o compañeros que no soportas, poder pasar más tiempo en casa y no media vida en el puesto de trabajo… suena realmente bien.

 

La cruda realidad que nos está tocando vivir en estos meses de marzo-abril de 2020 cumple punto por punto lo establecido en el párrafo anterior pero se encuentra enmarcada en una tesitura que nadie hubiese imaginado a principios de este año. Una pandemia que se extiende por todo el mundo y deja un doloroso reguero de contagiados y fallecidos día tras día. Casi todos tenemos algún familiar, amigo o conocido que ha pasado o está pasando por esto, si no nos ha tocado a nosotros mismos (espero que no, queridos lectores).

 

¿Estamos en casa? Sí, pero confinados sin poder salir salvo para trabajos catalogados como esenciales, comprar alimentos y medicamentos y acudir al hospital.

 

¿Cobramos lo mismo? Sí, al menos por ahora, porque somos empleados públicos y podemos sentirnos privilegiados en comparación con casi cualquier otra profesión.

 

La respuesta es en el mismo sentido en el resto de las cuestiones antes planteadas, pero por un motivo que no nos agrada en absoluto.   

 

El no tener que ir a trabajar me genera sentimientos contradictorios, por un lado me siento aliviado porque así no me contagiaré ni contagiaré a nadie, pero por otro me siento inútil comparándome con todos aquellos colegas funcionarios o laborales que están desarrollando una labor crucial para frenar la pandemia.

 

Ahora echo de menos ir y volver andando al trabajo, hablar y convivir con los compañeros, dar una vuelta en el descanso y el trabajo diario en sí mismo, incluso esos marrones que te colocan para ayer o comer a las cuatro y pico. Es cierto que no se echan en falta ciertas cosas hasta que las pierdes y te toca vivir algo mucho peor. Como he dicho numerosas veces en este blog, me siento privilegiado por ser empleado público, elegí esta carrera profesional y, aunque siempre lo he valorado mucho, ahora especialmente. Por eso, cuidado con lo que se desea, que quizá no sea tan bonito como pueda parecer.