CUANDO SE CRUZAN LOS LÍMITES

16.12.2018 12:11

Este artículo es un escrito de denuncia hacia aquellos empleados públicos que se aprovechan de las condiciones favorables que disfrutamos los funcionarios y el personal laboral a su favor para reírse de la Administración, de sus compañeros y de los ciudadanos, mostrando bien a las claras cuál es su valor como personas. Son una lacra para esta profesión y nos hacen un flaco favor.   

 

¿Por qué los empleados públicos somos unos privilegiados? Porque una vez que sacamos la plaza, lo cual sí que es complicado y sacrificado, como he explicado numerosas ocasiones en anteriores artículos, gozamos del derecho de inamovilidad en la condición de funcionarios de carrera, lo cual supone que no tenemos que estar en vilo por nuestro puesto de trabajo porque está asegurado salvo que hagamos alguna barbaridad. También porque tenemos un horario que nos permite disfrutar de un número de horas razonable fuera del trabajo cada día, porque el horario de la jornada laboral es flexible, dentro de unos límites, para adaptarlo a nuestras necesidades, porque tenemos derecho a un buen número de días de vacaciones y asuntos particulares a lo largo del año que además podemos tomarnos en cualquier momento respetando siempre las necesidades del servicio… En definitiva, que no abundan los motivos para quejarnos sino todo lo contrario.

 

A lo que me refiero es más grave que incumplir el horario obligatorio o que falsear los fichajes de entrada y salida o que abusar de ciertos permisos o que pasarse la mañana dedicándose a asuntos personales… Es algo peor que estos ejemplos, se trata de fingir una enfermedad para conseguir la baja laboral, algo que he comprobado que sucede demasiado a menudo últimamente. Mientras la mayoría vamos a trabajar, cumplimos el horario y hacemos nuestras tareas, estos individuos están en su casa o vete a saber dónde, se levantan a las mil, se dedican a sus cosas y siguen cobrando como el resto.

 

Se trata de una falta de respeto/tomadura de pelo/insulto a:

 

- La Administración, que los nombró funcionarios de carrera y/o personal laboral fijo después de superar un proceso selectivo y les paga cada fin de mes su nómina como si se la merecieran. Han depositado la confianza en ellos y así se lo pagan, engañándolos y aprovechándose de las grietas del sistema.

 

- Los compañeros de trabajo, que se preocupan por ellos hasta que conocen la verdad, y que, probablemente, tendrán que desempeñar sus funciones mientras no nombren a un funcionario interino o personal laboral temporal en esos puestos. Son con quien compartían el día a día y no se esperaban un desprecio tan grande como este.

 

- Los ciudadanos, que ven como quien debería trabajar para ellos solo defiende sus propios e indecentes intereses.

 

- Los opositores, que se preparan para intentar superar los procesos selectivos con un gran esfuerzo y dedicación soñando con ocupar un puesto como ese que no respeta gente como la que nos ocupa.

 

- Los compañeros que de verdad están enfermos, a los que les gustaría poder estar de alta y trabajando, con buena salud y llevando una vida normal.

 

- Cualquier enfermo, en especial por dolencias sin síntomas físicos como la depresión, utilizada habitualmente por esta gente para justificar su baja. Se trata de una enfermedad muy compleja y pone de manifiesto su catadura moral.

 

Para hacer algo así, se necesita ser un caradura sin escrúpulos y contar con la complicidad o saber engañar muy bien al médico competente para conceder la baja y sus correspondientes partes de continuidad, y a las inspecciones médicas posteriores y periódicas. Está claro que, salvo que sean muy chapuceros, algo así se planifica con tiempo y no se deja nada al azar.

 

La pena es que, generalmente, los sindicatos suelen ponerse de su lado. Deberían darse cuenta que su labor no consiste en defender los derechos de todos si no de los que se lo han ganado. Si apoyas a quien no lo merece, tu reputación se mancha y tu crédito se termina.

 

Esta situación es posible porque, por mucho que todo el mundo sospeche, la Administración está indefensa ante un parte de baja y sus posteriores continuidades, que blindan al supuesto convaleciente ante cualquiera que quiera probar su farsa ¿Cómo se prueba que una persona está fingiendo una depresión o un dolor? Es muy difícil y es de lo que se aprovecha este tipo de gente.

 

El problema para estos empleados públicos llega si vuelven a su puesto de trabajo. La gente no es tonta y al final todo se acaba sabiendo, por lo tanto, el recibimiento no será precisamente acogedor. Cuando se cruzan los límites ya no se puede pretender retomar las cosas tal y como estaban antes. Los puentes se han roto y la relación ya no puede (ni debe) ser la misma. La confianza se ha quebrado de tal forma que es no es posible recomponerla, porque además es imposible pretenderlo. Lo contrario sería ser tonto perdido y muy ingenuo, en definitiva, perderse el respeto y la dignidad a uno mismo.